3.10.17
¿Cómo secarnos el desasosiego que repiquetea bajo nuestras encías,
costillas, pies?
Me muerdo un labio y corro,
me muerdo la lengua y lloro.
No sé si me hace mejor caerme y no levantarme.
No quiero andar, ni dormir mucho
para no perderme en el estribo de la última
para irme,
irme escombro,
piedra, polvo,
ahí dentro,
vómito de cemento que me calla la boca
y los párpados y el cielo.
Sonar, el sonar del navegante sin norte ni dios,
sirena, la sirena de mi insípido valiente que nunca soy.
Muévete maldita puta tierra,
placa de perro que pateo,
tumba de mis muertos,
de los muertos que somos bajo el ungüento del movimiento, viento,
entro, tropo, loco y entuerto.
25.1.13
Bu, un fantasma.
“Mi marido llora. Lo abrazo y después voy al cuarto de los
niños. Le doy un beso al mediano y reviso la cuna, para ver si aún respira la
bebé. Respira, pero yo ya no tengo aire”. Así me agarra en sus primeras páginas
Valeria Luiselli. Y me agarra –que no me atrapa- porque su personaje narrador
escribe historias mientras su recién nacida hija duerme, o mientras le da un
poco de espacio para escribir, y yo leo este texto mientras mi recién nacido
hijo me deja unos minutos para abstraerme de él. Pero no puedo, porque también
pienso en que no está respirando porque ya no hace ruido. Desgarrador. Así.
Varias historias habitan ese gran salón de fantasmas,
personas y personajes que es Los
Ingrávidos. A veces, se lee la historia de una escritora que convive con
sus hijos pequeños y con un marido que espía lo que escribe. Ella juega el
juego del espiado que se sabe espiado por un espía que no sabe que lo espía su
espiado, o a veces sí. Hasta que se hartan, y entonces surge ese dolor, abre la
puerta el fantasma y se convierte en presencia: la presencia del fantasma del abandono.
Interrumpe el personaje principal: una chica de piernas
flacas y moral abstracta, curiosa, de esas que navegan con bandera de naïve, más Kafka y menos Amélie. Esta mujer se
topa con el poeta Gilberto Owen, o con su fantasma, y así su historia repta
paralelamente a él. También tenemos al mismo Owen contando a Salvador Novo sus
aventuras con García Lorca. Fantasmas o ingrávidos, sin peso: “No es que me
pusiera flaco. Sólo perdía peso”, denuncia Owen.
Todo es una orquesta
dirigida por nadie y por todos al mismo tiempo. Los Ingrávidos es “una novela horizontal contada verticalmente”,
esta es una frase que arroja la escritora personaje, pero que sin dudas
está dentro de Luiselli. Todo empieza en otro lado y se narra desde aquel otro.
El juego de cronos que se inventa la autora hace poner en presente y en acto
toda la atención necesaria, porque en cualquier momento puede aparecerse un
fantasma.
“Si te dedicas a
escribir novelas, te dedicas a doblar el tiempo (…) congelar el tiempo sin
detener el movimiento de las cosas”, avienta un ciego que come helado con Owen,
y una vez más es Luiselli quien marca así su novela.
Los Ingrávidos es
una historia de amor y de fantasmas. A veces el amor es fantasmal, otras veces
convierte las relaciones en fantasmas, o bien, el amor nos hace buscar
fantasmas. Da esperanza, eso, no espanta, divierte, porque lo divertido es
diverso, como diversos los caminos de Luiselli.
Valeria Luiselli
Los Ingrávidos
Sexto Piso
México DF
2011
21.11.12
Heaven can wait -para Gaza-
Al olivo, al viñedo, al teñido rojo vivo, nuevo.
Un bombazo, dos, y es la tierra la que ya no percute.
[Yo oigo crujir las heridas, hebras apartándose, lento. Petróleo rojo].
Te dejo ramos de astillas y perdigones en tu tumba, y besos de muerto, que saben a aceite de oliva rota.
[Yo oigo su suelo rezar, de rodillas, clavar las costillas, de rodillas].
¿Dónde quedarán Gaza y sus olvidados?
26.3.12
La delta del Viaducto
Para Darío, mi mejor pícher.
“Yo voy a querer un capuchino, pero sin chile”. La mesera sonríe y me toca la cabeza. “Dele un vaso con leche”. Indica mi madre. Después de hacerle guardia a una mesa en seña de apartado o espera para ocuparla, uno puede sentarse ya que los comensales pagaron y dejaron migajas, gotas secas de café, bolas de servilletas usadas y el cenicero con pedacitos de papel y charquitos de algo. Si esperas a que la limpien, es probable que te la ganen. Pero mi padre es un profesional: ni se la ganan ni es encimoso. Sabe estar de pie sin incomodar. Yo lo imito. Me cruzo de brazos, observo las lámparas, el techo. De vez en cuando intento leer todos los letreros para ser el mejor en clase y que los de la fila de en medio no me molesten. Los divido en sílabas, leo de atrás para adelante, los recito, hasta que mi hermano me calla y jala para que nos sentemos. Ya sentado, juego con el Rolls-Royce a que esquiva los restos de comida de los que se fueron. “Guarda tu coche, ya viene la señorita, ¿quieres un bísquet con cajeta?” Las meseras de los Bísquets Obregón huelen a frijol, a huevo, a cocina. No me gustan. Se ven grasosas, y acercan demasiado sus delantales a la gente. Tienen los brazos morenos o rojos, sin pelo, entonces brillan. De inmediato llegan 2 vasos de cristal con una cuchara metálica dentro. Le sirven ese café oscuro e hirviente a mi padre. Es como menos de un cuarto de vaso. “La cuchara es para que no se vaya a destemplar y se rompa, mira, hazte para atrás, viene la leche caliente”. Y el show de la mesera. Ya vierte desde lo más alto que puede su cascada salpicona, que choca con el extracto de café y provoca mucha espuma. “El mío sin espuma”. Mi madre sí sabe. Creo que lo que no quiere es correr el riesgo de que nos salpique, me ha dicho que la leche quema muy feo. Y a sus 30 años debe saber de muchas cosas. Mi padre nota que entre mi hermano y yo ha comenzado la pelea de turno. Esta vez son patadas bajo la mesa. Como se siente futbolista el cabrón y yo soy una pelota… “¿En serio no quieres que te inscriba en el América? Cerca de la casa están los del Cruz Azul, o los Pumas; y así vas con tu hermano, van juntos”. Jamás. El futbol cansa, no le encuentro chiste. A’i van todos atrás de la pelota, nadie se la pasa a nadie y siempre acabo siendo el portero y el que va por la bola. Me gusta ser el portero porque así sí toco la bola y cuando la echan por arriba puedo brincar y recargarme sobre los demás y pegarles. No me gusta ir por la pelota. Ya sé que cuando gritan “bolita, por favor”, me están diciendo a mí eso de bolita. No me importa, porque cuando despejo desde la portería la chuto chueca, les enoja y tienen que ir por ella.
Las noches de viernes mi padre nos lleva a cenar. A tomar un café. Le gusta ir al café de chinos (jamás he visto uno de ellos, todos son de México). Casi siempre se encuentra gente. Conoce un chorro de personas del sindicato. Todos sus amigos son muy serios, se llaman por apellido. Roura, Jáuregui, Ruvalcaba, el Sr. Gutiérrez, Vizcaíno. No sé por qué ellos no están con sus familias. Se sientan en una mesota y nadie toma café, todos toman coca. Huelen como a vino, mi mamá dice que los muchachos del grupo les gusta la copa. Yo veo que tienen vasos. Mi padre no bebe, se me hace que le gusta más el café porque prefiere estar con nosotros. Al salir de los Bísquets nos encontramos a uno de los muchachos del grupo del sindicato, dijo mi padre que era de la legislativa (que no sé qué es, pero se supone que es como un grupo muy exclusivo del sindicato), e iba con su hija. Ella saludó de beso a mi madre, a mi padre, a mi hermano y a mí no. Me dio coraje. Creo que iba a ser el primer beso que recibiera. En 5to de primaria no se dan besos los del salón, eso pasa con los de la secundaria. Las amigas de mi hermano saludan a los hombres así. Estoy seguro que ella es de secundaria, porque ya se le ve que usa brasier. La hija del señor Borja es blanca y de ojos negros. Cuando me mira, porque me voltea a ver mucho, se ríe. Sé que se ríe de mi pelo o de mi panza. Entonces yo le pongo cara. Se llama Clara y a veces sueño con ella. Ella llevaba una falda azul cielo, calcetas blancas y zapatos negros, ah, y la blusa blanca con tela medio transparente, por eso le pude ver lo de abajo. Seguro se dio cuenta, porque cuando se despidió de mis papás, me volteó a ver con una cara… hizo algo muy raro, sonrió de un lado y cerró un sólo ojo, ya luego volteó la cara y su coleta de caballo hizo un vaivén.
“Entonces qué, mijo, ¿no quieres que tu papá te inscriba en el fut?”. No sé por qué insisten. Además no creo que me acepten, no he visto porteros gorditos. Mi hermano dice que me harían novatada. Que seguro me visten de mujer y me hacen pedir dinero, o que me echan agua y me quitan la ropa. Lo bueno es que yo soy el que mejor pelea, ya me he peleado con 4. No soporto que me digan de cosas, y como mi papá me dijo que no me dejara… ni los empujo, me voy directo a la nariz; eso me enseñó mi hermano, dice que en su clase de ninjas les dijeron que al rival se le derriba con un golpe en la nariz, y la verdad sí es cierto. Si me quieren hacer novatada, no me voy a dejar, además ni me gusta el fut, así que no voy a entrar. En la escuela me tienen miedo, pero creo que les gusta hacerme enojar, porque a la mera hora se echan a correr. Lo bueno viene cuando los logro agarrar, ahí sí que no los suelto. Me gusta que me tengan miedo.
Estaba el chipichipi, ya se venía la lluvia. No llevábamos ni 10 minutos en el coche cuando mi padre se paró afuera de un cine grandote o de algo así. Nos dijo que no habláramos. Bajamos todos. Me costó trabajo salir de atrás del coche. El vocho de mi papá tiene un espacio bien calientito detrás del asiento de atrás, ja, apenas y quepo. “Corran, no viene nada”. Nos cruzamos uno de eso ejes de 6 carriles. Llegamos a una taquilla, pero estaba cerrada, más bien no había nadie. Se oía gente adentro, seguro jugaban las Chivas, a mi padre le gustan, a veces me cuenta del Campeonísimo. Por las rendijas se alcanza a ver el verde del pasto. Mi padre nos dijo que lo siguiéramos. Javi se quedó con mi mamá en una banca y yo me fui con mi papá. En una puerta pequeña, mi padre hablaba con un señor. “Dennos chance, jefe, venimos de fuera y quiero que mi hijo conozca, si quiere, le doy pa’l refresco”. Pensé que era mi novatada, porque era oscuro y olía mal, como a baño que no le jalaron. “Híjole, güero, no sé, ¿cuántos son?”. Mi padre convenció al tipo, le chifló a mi hermano y se vino con mi mamá. Entramos al pasillo largo, y mi papá no le dio el refresco que le prometió dar al señor. Al terminar el pasillo, una luz verde me golpeó la cabeza, podía ver cómo la poca lluvia caía, porque una par de reflectores gigantes la iluminaban, se oía mucha gente. Un chavo más grande que mi hermano nos recibió gritando “¡bienvenidos al infierno!”. Yo sabía que era broma, porque todos estaban muy contentos. El mismo que nos dio la bienvenida saludó a mi padre con entusiasmo. Lo llamó por su apellido y le dijo que era de la palomilla. Se abrazaron y entonces nos dio unos lugares. Pude ver un campo verde con callejones de tierra plana, tenía 9 señores uniformados y uno de ellos estaba parado sobre una montañita y le aventaba la pelota a otro que la cachaba sentado. Un tipo enorme, negro, sostenía un palo con el que intentaba pegarle a la bola. El campo era un gran diamante que deslumbraba sin luz, que brillaba como un planeta o un corazón, ya sé que no brillan, pero así me los imagino siempre. Conocí el beisbol. Conocí el Parque del Seguro. El Parque Delta.
Sentí el aire fresco por todo mi cuerpo. No soñaría más con Clara ni temería ninguna novatada, tampoco sería más un portero. Comenzaba la fantasía, la dignidad y el honor del beisbol en la delta del Viaducto.
Esa noche jugaban los Diablos Rojos del México Rojo contra los Cafeteros de Córdoba. El juego se suspendió por lluvia en la 7ma baja, con la pizarra 7-3 para los de casa.
14.3.12
Estación a D
Vámonos;
te espero
como pasajero tren
en vía durmiente.
Presente, de pie,
sin dormir que te me vas,
que te pierdo,
te me vas y te me irás.
Me subo contigo sólo un tramo,
de flores
en cada vagón me convierto
litros de aire,
vides de bondad
y pájaros azul cielo;
espérame sin saber que te espero
abre lo ojos dos para dentro
abro la ventana y me peino con el viento contracara.
8.3.12
7.3.12
Robar la gloria
(Para Darío, cuya presencia es un jonrón que nunca caerá)
J llegó a primera tras la base por bolas. Cuando lo pasan, corre como si su vida se jugara en llegar. La gente gusta de eso y le aplaude y él agradece con sonrisa. Aunque odiaba colocarse en posición sin mérito propio, pues su velocidad ya comienza a ser leyenda. Encabeza la lista de bases robadas y de cuadrangulares de terreno, lleva 59 pillajes y 19 corridas de cuatro esquinas. Cada robo lo había logrado sin presión, con facilidad, casi de pie, con el uniforme inmaculado. Al bat, Don, el zurdo bombardero, el quebrantahuesos. El pícher vigilaba a su corredor. Leftie la tenía fácil. Ver a los venados en los senderos en franca visión facilita la caza. Y ya abría J, uno, dos metros. Leftie tranquilo, su mirada era una cadena larga, pero no infinita. Strike. Don pasa el primer lanzamiento siempre. Incluso gusta de ponerse en 0 y 2 cuando J habita la 1era, dice que así su muchacho no se avienta al hit and run a lo pendejo. Bola. Leftie suda, ya sabe que las 2 siguientes dejarán inmóvil a Don. Bola. J regresa, respira. No gusta de hablar con los inicialistas. Vuelve a abrir. Abre más. Más, pero Leftie le lanza lengua de camaleón y casi lo prende. J se sacude tras barrerse de cabeza. Mira a la distancia a Don, quien está a punto de hacerse estatua de nuevo para permitir el 3 y 1. Bola. Comienza el circo. Don hace su mueca característica, gesticula de lado a lado, se acomoda los testículos, entierra los spikes derechos. Leftie va para home. Swing. Strike. J ni se movió. 3 y 2. Y foul y foul, foul y foul… 2 veces más. Leftie va para su centésimo lanzamiento. Ha aguantado 7 completas. Su manager le pide calma, hay reunión. Lo de siempre. Se relaja. El cátcher sugiere pasar a Don. Después viene el Damasceno, el de Puerto Rico, y pueden jugarle para doble play, sacar primero a Don en segunda aprovechando la lentitud del boricua, y regresar a primera para sólo lidiar con J en tercera y sacar un out. Leftie y el manager acceden. Y sucede. Bola. Allá va J trotando para la intermedia y Don camina a 1era. J está furioso, quería robar su sexagésima. Damasceno se postra en el plato. No espera y al primer tiro se derrama su batazo a los pies de Leftie. Don es puesto fuera y de inmediato sacan en primera. J está en la antesala. Leftie sabe que le quedan 4 o 6 lanzamientos arriba de 90, no más. Está perdiendo el control, lo está perdiendo. Se enfrentará a un bateador de poder, pero de esos que cansan a los pítchers. Leftie no quiere sufrir, así que dosificará sus lanzamientos. J abre, el coach de tercera calla. J ha estado midiendo el vaivén del paso de Leftie todo el juego, y más desde el eterno turno de Don. Lo está cazando. El cátcher mira en automático a su corredor. Leftie comienza su bamboleo, sube la pierna tan alto, bailarina de cancán, que le cubre el rostro. J arranca. Está ya a 45 pies de home. Leftie va descendiendo la pierna y aún no sabe que su corredor está al 50% del camino. El público se levanta como ola. El cátcher tira la careta y espera que la bola llegue. Leftie aún lleva el brazo a la espalda y la cara al cielo cuando escucha el rugir despertar del público. Intuye algo grave, así que su cerebro ordena sacar 98 millas. J vuela a ras de suelo a 3 metros de home. El bateador se ha hecho a un lado. El cátcher vive una agonía larga de medio segundo. J besa la tierra, come arena, y toca el plato. El ampáyer canta el safe. J ha robado el home, J ha robado el home, se vacía la banca. Lo abrazan, lo felicitan. Leftie en cuclillas con la bola amarrada a la mano. La bola nunca llegó, no pudo soltarla, quiso ver cómo J lograba las 60 robadas, así, sin presión, ambos.
14.2.12
SUBDECLARACIÓN A DESTIEMPO
Ya cruje la rama y anuncia el último soplo del oscuro encierro, viene la corriente y enchina la tierra. Sepia, sepia, sepia también mi garganta, que transfigura en saliva los dolores de la soledad, maligna, vetusta y porosa que he vivido. -Sólo Z mece estas epilepsis-. Pude destapar los miedos. Al borde, me prefiero muerto que lejano de mi estado original. Piensa, piensa, piensa también de espaldas. Corrijo la ruta, renuevo el nuevo haz de tierra. Ya pasa, ya anda. Ya viene el nuevo sol.
Darío I, primero
Vienes tornando
en la curva final,
derrapando,
el humo cubre los últimos tallones
que se vierten
en el asfalto
la tierra
el pavimento
la tierra
la grava
el fango
la tierra.
Última vuelta,
hacia el estado original.
¿Dónde estás, Darío?
¿A dónde vas, querido?
Dame mi ruta
Devuélveme los pasos
¿Te los vas a quedar para siempre?
Brújula, norte, trazo
Andando de nuevo, caminando juntos,
despacio.
¿Cierne?
¿Mece?
Mece la sombra sin luz en el entrevero.
Aquí están tus dedos.
Eres Darío la caverna,
haz de luz de mi sueño.
Entrégame tu vida. –Escurro-.
Por los poros expulso suavemente los nervios.
Yo te cuido, siempre.
Paterno, paterno.
Oye, Darío, ¿por qué tardas tanto, carajo?
Ya no tengo aire, voy subiendo la vida esta porque quiero.
Ya no tengo aire, ya ven, ya ven.
No llego, Darío.
Es la penumbra, es la malahora, es el cadalso, es el paredón.
Es el mar, los reptiles, las ratas. Me caigo a solas.
Ya no tengo aire. Ya no llego.
Ven pronto.
Llevo clavos en las manos. No me los quites, porque me caigo.
27.10.11
Buena hora en la que me asaltas
-Llegando-
Tres, tres, tres, haces pum, pum, pum.
Ya respiras. Palmeas y tum, tum, tum
y mi corazón se derrumba también.
Ya tiemblo: vuelo imposible por tu columna hasta adivinar la estela que te protege, tu primer cerco opresor se comporta suave, ligero, aguamala aguabuena. Ya nos viste, no te creo.
Entonces me largo en un intenso llanto conmigo, contigo.
Entra el frío y te abrazo, quiero abrir caminos, tumbar polos y cubrirte manto.
-Darío-
La muerte se muere
y se me viene el espanto,
porque hoy es tu día,
en el que nazco;
muere la muerte de mis letras,
y huye el olvido,
la desolación y el hedor a soledad que me ha traído.
Muere la muerte, nace este, mi hijo.
-Marina-
Desde la mar en calma a estos pies y estas huellas llegas, salada y arena, oleaje y espuma.
Eres hueco, esperanza entreola, paz y arrebato de colores miles, aguas, algas y monstruos tuyos, todos.
Abro la boca para tragarte, entera, Marina desde la cuna, Marina desde los mares enteros. En estas manos cabes toda, entera del océano, capa medusa de mi universo.
17.6.11
Primo
Me estoy sacando una espina debajo de la farola. Corta, escupe y estampa. Es sufro, vástago de irreparable finura. Viene del cartefulta, del estuero y sale soporosa de agaguí. Es una espina lánguida, como agua de río, río amor de verde, verde que no hace bien. Me estoy sacando una espina, me estoy secando un quejumbro.
(Foto en Casa Patas, Madrid:
http://www.flickr.com/photos/naturales71/4540465095/)
4.6.11
Salve, Pater
De “si yo soy de allá, de donde se mete el sol” a “si no soy de acá, pinches güeyes”.
Así iba mi padre despotricando contra lo ajeno. Aunque a diario iba perdiendo la rabia, dejaba de mentar palabras aprendidas al aventón “nos conquistaron, ellos, nosotros, allá, allá, sí, pero allá…”. Ya pedía que le pusieran un tinto de verano, il conto, por favore, grazie, bongiorno, latte per me…
Llegar a Barajas fue el banderazo. Ya en el avión me había reventado la lágrima al verlo dormir y roncar de cansado, boca abierta, garganta seca. Le vi sus 70 años encima, correteando al piloto para que se apurara, sus 70 llenos de polvo sindical, mala y rancia educación, ignorancia salvable, insalvable, experiencia, ilusión, sapiencia extrema.
Anda, caminemos con 50 kilos de equipaje desde T1 Barajas al metro. Trasborda, sube, baja, levanta, hazte para allá, ven, cuidado, ¿qué? Uf. Vamos por una caña, y te explico. Irrumpe por Sol, descubro al niño Javier que a su modo descubre el centro de la ciudad, y no habla, y si habla, dice lo que sabe decir, todo es bárbaro, fabuloso y fantástico, también la ciudad.
El arte con la calle nunca se ha llevado, por más que digan los alternativos y las hordas pseudointelectuales. Así es, es lo que hay. Museo, día 1… 20 minutos después, ya abandonábamos el Thyssen con dirección al templo del futbol español. A la mierda el arte, vamos a la calle. Ya Rivas toma por la izquierda, desborda, abre paso por toda la lateral de la Castellana, alza la vista, lo ve, lo contempla, se le cuela y anota una sobria sonrisa conquistadora, hasta las entrañas del Bernabéu, el estadio mudo, le tiende sus mejores asientos al visitor.
En Atocha, el niño de Sol brilla de nuevo. Mira los trenes, mira los trenes. Vamos a Toledo. Y Toledo le entra laberíntico en sus esquemas mentales. Su catolicismo colapsa sin saberlo. Tambalea, se arrodilla en la sinagoga y lo abren de canal, de tajo, frente el Tajo, en la mezquita de Cristo de la luz. Ese Cristo me convierte en el fiel musulmán que nunca he sido ni seré. Basta con mi padre en su mezquita. Intestina, infestada, la toledana reacomoda sus piernas y entre sus pliegues e ingles, confiscamos sudados la ruta y retomamos las vías, de vuelta a Majirit, lugar de agua, la toledana mengua filigrana, y escurre los muslos. Ya se regresa todo mudéjar, todo domesticado. El Greco, la carne, el pecado y la santidad avasallan aquellos esquemas de mi padre, que se reconstruyen y deconstuyen a partir del conocimiento preclaro del jamón de pata negra:
Los cerdos están comiendo pienso. Pata negra, libre, padre pata negra, salvaje, indómito, rico, libre. Deja que su deje te libere el pensamiento, la locura. Está con el hijo del hombre; el más amado. Tu padre es flores en campo, libres. Tu padre es sol de 30 grados. Es el ave, es lo alfa, es el hombre.
Que llegue al mediterráneo, aunque no haya nacido ahí. Que beba, que hable català, que sepa que la izquierda está a la derecha, que hay diferencia entre funicular y teleférico. Pase por su casa en Barri Gòtic, que le tenga sin cuidado Gaudí, pero que en su sala, en su gran casona de la carrer Montcada 15, se beba los jugos de manzana, los tiramisús y los calamares todos. Barcelona le sienta bien, mesié Picasso.
Vilanova i la Geltrú, el punto medio, el justo medio, la virtud, culmen de sus pasos por Europa. La anduvo, la escuchó, de tren a tren. Bebió honores, vino, dulce, café, el sibarita se hizo, se erigió señor del Genil. “Dale al vino, montañés, que lo paga Luis de Vargas”, dice mi padre recordándose su juventud en éxtasis, pandillero renombrado Hans, el de la Nativitas, hoy ebrio dignamente, por primera vez en su vida.
[Déjalo que camine,
que se mueva,
respire, conquiste y hable.
Dejadlo que duerma,
libre,
que ronque, que hable,
que te canse,
que no te diga ni reclame.
Ave, mi padre en AVE, ave, pater.
Verlo lleno de 300 km/h, no se le apaga el fuego, pero ya duerme.
Ha visto la luz,
la velocidad, el tiempo,
y ha ido en contra de todo ello
–puño izquierdo, puño eterno).
Es fuego que abraza,
luz que abre,
tiempo que contempla
y velocidad que domina].
La hora más seria me asaltaba todas las tardes. Roma significaba un muro enorme, duro, resbaloso, de cristiano perseguido. Años de todo, de nada, de lenguas, de libros, de nuevo a verificación. Encima San Pietro reposa a tu derecha, y tu padre le parte plaza, a la siniestra. Si Vilanova fue la cumbre, Roma nuestra velocidad crucero: nunca tantos pasos, nunca tantas calles, nunca tan alto, tan alto, “tu es Petrus…” La vista desde la cúpula, el trofeo de la victoria, nuestra via della concilliazione.
[¿Qué hago con él,
que respeta mis silencios?
¿Qué hago con él,
que me espanta los monstruos del sueño, y el sueño?
¿Qué hago con él, que desde niño me cuenta cuentos?]
En Roma, hace lo que los romanos: todo a su modo. Camina césar por el adoquinado, la baldosa, la pedrera, el porfirio rojo, mármol, alabastro, cantera y es un héroe que viene del oeste sin equipaje, sin lastre, sólo con su fe elástica.
[Miras la fragilidad del bien,
sabes que vienen años malos
y que te harán más ciego.
Sabes que la próxima será con otra psiqué,
otros motivos y muecas.
El temor es tu nuevo negro.
En la casa de estos católicos, todo huele a viejo, y vieja también su garganta. Se le siente nostálgico al dios este. Y no te sale la prosa en tierra santa, y sucede porque no lees poesía: en la poesía se aprende precisión. Sudas en este camino reducido que es subir a la cabeza de una basílica (en todos los sentidos de sudar, subir, cabeza y basílica). Tus 150 kilos se aderezan con inseguridad, desaliento, e incertidumbre irremediables. Busca una quijada de asno, Abel, no preguntes].
Regreso a Madrid, que es como volver a casa (en todos los sentidos de regresar, volver y casa). Estoy feliz, dice. Nadie le quitará lo bailado, dice. Las calles, los pasos. Las andadas mudas en las que somos cómplices. Tangueros que vaivenimos, gitanos, güeras, latins, orígenes del hombre en múltiples razas. Esquivamos. Me gusta mi padre con esa bellísima ignorancia. Mira, un prieto, dice. Y vuelve a decir. Que me quiere. Que lo entienda, que ya no puede seguirme. Aquí se queda Hans. Callados. Quería oírlo. Aquí queda. Nos quedamos. Mutuamente. Uno a otro. Otro a uno. Cómplices, al fin, nuevamente, como cuando yo era niño.
Ya te digo.
No pasa nada.
Este ha sido el mejor de los viajes posibles.
Todo lo que sé, es gracias a ti.
Todo lo que te digo, es para devolvértelo.
Gracias por venir conmigo.
Te quiero para siempre.
Víctor Hugo, porque así me llamaste.
16.3.11
I will sing, sing a new song
Soy el que le teme al mundo.
A rajatabla me espina los caminos y no me levanto.
Estoy ante el espejo de mundo del espejo del mundo ante estos ojos.
No hay son ni guaguancó que me consule.
Llorar con facilidad,
sacar desde mi pozo enteros jirones de trapos sucios.
Yo soy la tierra, y retiemblo para dentro.
Polvo que soy y que reconvierto en fuegos.
Lamer las cenizas del entierro,
lamerlas para siempre
y que no las vuelva a leer.
I will sing, sing a new song…
Foto: http://www.flickr.com/photos/itwuzcryptic/2205906403/
28.12.10
Requiem para mi libro negro.
De junio de 2002 a diciembre 27 de 2010.
Aquí las últimas palabras para mi diario-eventuario.
I
Qué distinto es venir contigo.
Qué distinto es en la ciudad;
no llegarás
no volverás
a la playa, al maritirio.
Qué distinto es ver llover contigo.
Si quisiera, te sumergiría en ciénegas celestes,
seas lunar
lunar
lunar
cubrepolvo
bajo el mar
bajo el mar.
Eventuario, te deseo tanto;
todos los días, a diario.
II
Hubo muchas noches como ésta.
Te traía, llevaba y guardaba.
Te cuidaba como el hijo que eres.
La rama que da forma a mis sombras.
El árbol que arguye y espanta
denuestos y fantasmas
[obviamente ajenos].
Y aunque en realidad nunca pare de llover,
yo te cubriré, te puntuaré y sabré dejarte sábanas con la tinta,
y cobijas de palabras.
Llueve y no tengo frío.
Es de noche y no tengo llevo miedo.
Estás conmigo, como el hermano
que siempre he tenido.
III
Tienes rumor de muerte.
Llevas ruina y ceniza
en el lomo
negro
dorado
soleado
tostado.
Vistes humor
grueso
salino
graso
magro.
Columna de epitafios.
Coyuntura de miles de sabores.
Nunca te abandoné, mi casa y guarida.
Jaguar, te rujo.
Jaguar, me llamas.
IV
Entraste por muecas
y te apostaste por comisuras.
Valles de mis valles,
sé de ti,
y bebo interminablemente
de tu palo seco y enmielado,
cristal.
Surtido de flores,
campo de soles
y aromas de verde,
agrio y sudores.
Tú mi palabra. Mi infierno.
Vences con las hojas
el constante deseo del vuelo
al Mictlán.
Has de pasar años encerrado, has de dormir con los cuadernos, deja que alguien, cuando pueda, quiera y encuentre, te abra, de tajo, de mariposa, y te vuele, y engulla, orgulloso.
V
Si dije que acabaría contigo, es siempre en acusativo y en in más dativo.
Nos vamos a ir juntos.
Imagina,
veo olas y astros de todo mundo,
igual que cuando cerrábamos los ojos,
y el big-bang era un esputo de moco.
No sangrarás. No te callarás.
Viraremos en canales y ráfagas de jugos y semillas.
No te abatirás. Me abatiré.
Estaremos acelerando juntos y laterales.
Dormirás perpendicular y paralelo,
decúbito
prono
y supino.
VI
Un día dentarás.
Y tu rugido intermitente infante
inundará la selva
que te donó a mis brazos.
Roar, grrr.
Y sólo uno distinguirá la superficie.
El agua nos verterá las venas
y venderemos caro el abrevadero.
Te lo digo, empapado, sellado
hervido, cocido.
Ya te vi las hojas abotagadas y sobrias:
vómito implosiona
y regenera en ti, el mismo.
VII
Uno mismo es quien decide sus ritos.
En sueños constantes, he matado, nacido, absorbido.
La recta, la curva chata, la luna, también eran viñetas de cuando duermo.
Lenguas, reptiles encantados y babilónicos.
Todos los felinos, todas la edades en mares volando.
Tiros, espadas.
Toda tu fauna de piernas, caderas, brazos,
se paseó fina sobre la profunda madrugada.
Aquí es cuando y donde te digo que siempre hemos sido más de tres.
En tus hojas multicolores, nunca te mentí, ni te develé falso o tramposo.
Consolaste espasmos juventinos, dolores sempiternos.
Leíste mi oscuro cuervo.
Fuiste los otros libros negros,
y notas en bond, revolución y servilleta.
Eres todos y siguen muchos.
VIII
Te digo de frente que no sé si serás el único hijo verdadero.
No sé si el niño del mar te duela y quite tu dominio.
Quiero que así sea.
Pero sé que es casi lo que siempre he buscado.
Recuerda que sé manejar mis símiles, mis semillas.
Cada puta hora manejo los restos de hombre que soy,
como animal sabinesco, que he sido.
Aquí guarda tú, faraón, el límpido extremo de mi ira, rabia y golpe, rasgo y escupitajo.
Agazapado y encaramado, canta con mis ídolos.
Sabes que ante todo soy blues, rock, flamenco, räi, bossa,
corrido, décima, son, tango, cumbia
y música, música con letra, contigo.
Guárdame, libro negro,
hijo vivo que nunca tengo,
sueño que nunca duermo.
IX
Tú decide si eres vino tinto, o café.
Leche, tequila o jugo de piña.
Sabes tanto.
Si quieres, todos los nombres y los innombrables.
No te comparto el mío que es Zulma.
Ese soy yo. Tú eres todos.
Te reconstruyo, también, si quieres.
Con plumas de aves escribientes.
Letras de colores
A-Z… de luz.
¿De qué me sirve la pregunta?
Te dejo las respuestas.
¿No es en ti? ¿No ha sido en ti en quien celoso deposito el desasosiego?
¿Por dónde me seco este abandono?
X
Se trata siempre de repartir.
“Soy un hombre de piernas” -¿te acuerdas?-.
Dar es salado, porque gusta y enriquece.
Por eso, a todos pido que me den.
Que construyan reinos como el mío.
Por eso Zulma es Zulma y lo que sigue -¿también te acuerdas?-.
Y te voy a recordar más, apunta.
La hojarasca que primigenia me alzaba.
Pedestal de hojarasca. Flores de hojarasca para ti.
Aventadas, de abajo, pa’rriba. Ah, no hay dios ni guaguancó que me consuele.
Otra.
El mejor de mis hombres posibles.
Esa, esa te gustaba.
La del talle ajeno y los muslos,
los muslos hojas plenas.
XI
¿Qué te enseño de mi ira?
Te aprovecho por mudo, por tácito.
Con esta lengua castellana te revivo.
O con la inglesa, griega, latina.
Potuguesa (Não o direi nenhuma coisa).
O aquella de los sueños alemanes y árabes.
Vienen años de ruso o italiano.
Quédate esperanto el francés.
¿Me has oído reírme? Yo me río mucho.
Entonces dije que no te puedo enseñar mi ira incontinente.
Toma el diván y ruega por nosotros,
porque no es noche de béisbol y no habrá dignidad que te cobije.
La voz. Otra vez la voz -¿también te acuerdas?-.
Óyeme, ronco, grave, Cohen, Waits et alii.
XII
Once años contigo. Casi ocho en ti.
¿Qué callas cuando callas cuando te pregunto? ¿Te pregunto mucho?
¿Te callas ya que te mueres? ¿Te vienes?
Enséñame a callarme, a venirme.
Enséñame a sentir la piel de nuevo, en pluma.
Ya no me sabe a nada la piel.
Ayúdame como antes,
a enamorarme:
contemos embrujos ancestros,
renuévame la ballesta,
rellena con pólvora mis huestes.
No quiero nada. Siempre me quedo solo, como nacido.
XIII
Solo, malnacido, no nacido, ni nacido.
[No nacerás].
Malhadado. Soy un percutor de tus buenas intenciones, mujer.
[Ahórrate el esfuerzo sexo, ni te muevas sexo].
Ejecutor, ecualizador, hijodeputa y pendenciero.
[EL sabor de la piel por el sabor de la piel].
No traiciono, no miento, falseo, lento, embrujado, animal.
[Tu versión más irracional mata]
Iletrado, confuso, desperdiciado y fundido.
[No nacerás].
XIV
Yo te dije que yo mismo reviento los pedazos de hielo,
lo diminutos,
con las muelas,
con la ira con el viento,
me arrastro bala por dentro
y me bebo el desierto, la rabia,
la rabia y el horror,
la rabia, el horror, el tormento.
[Todas la noches saben a esta cara soledad comprada de mí conmigo,
y sólo me salvas Zulma de mi tumba,
pendo, no encuentro ese hilo,
no encuentres nunca las llaves,
sálvame de mi desvelo, de mi ira, de mi entierro].
18.12.10
6.9.10
Dosientos
Al grito de nada, al barullo por todo. No tenemos la sangre dura, porque somos indios para la libertad, porques somos de allá para los derechos y mestizos para cagarnos de miedo.
Nos lleva la puta muerte, porque dicen que no le tenemos miedo. Porque es puta y le gustan los sumisos pagadores, a plazos, a rezos y mandas sangrantes.
Lloramos en los entierros, reímos en los velorios, pero confabulamos contra nuestros muertos.
Estamos plegando a las faldas de una diosa heredada, muda, complaciente y matriarcal. Virgencita, quítame lo pendejo, porque estudiar no puedo.
Me siento mexicano, patriota de libro oficial, de pasta suave y papel revolución. La revolución la conozco, sólo en papel. Venero himnos y banderas, gobernantes que me merezco. Yo respeto el ejército, porque eso dicen mis abuelos. Huérfanos ancianos a quienes nunca les llegó el progreso. Se hubieran quedado en su sierra y con sus patas rajadas. El alma ajada es lo que tenemos. Meada, burlada, violada.
Tenemos rabia porque somos unos perros ¿no nos oyes ladrar? No puedo ser yo mismo porque me caigo, porque me jalan los demás mexicanos.
Duele ser de este suelo quebrado. Duele andar con la cabeza gacha. No somos caballeros ni águilas, ni jaguares ni nada. Somos dolientes, perennes, en añoranza por algo que nos deben pero que no conocemos. Justicia, justicia, no sabríamos qué hacer contigo.
Narco que te quiero narco, porque mi hermana duerme contigo y te chingas a mis hijos. Marcos que te quiero Marcos, porque si tuvieras huevos, nos llevabas a la tumba contigo.
Baile de máscaras, de viejitos, pero de luchadores, revolucionarios y caudillos fijos. Tierra de venados, plumas, minerales revendidos, inventados.
Yo no soy mexicano, y como México hay más de uno, y cada uno vive a lado tuyo. Yo no soy de acá, me vale pito, tú me enseñaste a reírme de tu himno, de tus colores, de tus héroes. No quiero. No soy.
Canta al pie de las ventanas de los indios, de los marginados, de los jodidos, de todos nosotros. Pinches empulcados, prietos muertos de ideas, sin dios y sin diablo.
La guerra florida reposa en el centro de la tierra, en las montañas, en las sierras madres cultivadas.
Chingo a mi madre si no es verdad lo que te estoy diciendo. Ah, cómo me duele no tener corazón para llorar contigo. Tu eternamente mal gobierno me lo ha robado desde hace 500 años. Yace en la piedra del sol, sacrificado, caníbal, hombre de bronce, sin sueños, sin lucha, sin libertad, con todo.
Y te desdigo y te escupo y me quiebro, lloro porque no soy charro, no soy indio, no soy tuyo.
No quiero ser mexicano, no existe un país que se llame México, porque no sé hablar ni escribir mexicano ni pensar ni querer mexicano. Sólo como yo, como me has enseñado: un águila hambrienta de carne de serpiente. Vivan tus dosientos años.
Nos lleva la puta muerte, porque dicen que no le tenemos miedo. Porque es puta y le gustan los sumisos pagadores, a plazos, a rezos y mandas sangrantes.
Lloramos en los entierros, reímos en los velorios, pero confabulamos contra nuestros muertos.
Estamos plegando a las faldas de una diosa heredada, muda, complaciente y matriarcal. Virgencita, quítame lo pendejo, porque estudiar no puedo.
Me siento mexicano, patriota de libro oficial, de pasta suave y papel revolución. La revolución la conozco, sólo en papel. Venero himnos y banderas, gobernantes que me merezco. Yo respeto el ejército, porque eso dicen mis abuelos. Huérfanos ancianos a quienes nunca les llegó el progreso. Se hubieran quedado en su sierra y con sus patas rajadas. El alma ajada es lo que tenemos. Meada, burlada, violada.
Tenemos rabia porque somos unos perros ¿no nos oyes ladrar? No puedo ser yo mismo porque me caigo, porque me jalan los demás mexicanos.
Duele ser de este suelo quebrado. Duele andar con la cabeza gacha. No somos caballeros ni águilas, ni jaguares ni nada. Somos dolientes, perennes, en añoranza por algo que nos deben pero que no conocemos. Justicia, justicia, no sabríamos qué hacer contigo.
Narco que te quiero narco, porque mi hermana duerme contigo y te chingas a mis hijos. Marcos que te quiero Marcos, porque si tuvieras huevos, nos llevabas a la tumba contigo.
Baile de máscaras, de viejitos, pero de luchadores, revolucionarios y caudillos fijos. Tierra de venados, plumas, minerales revendidos, inventados.
Yo no soy mexicano, y como México hay más de uno, y cada uno vive a lado tuyo. Yo no soy de acá, me vale pito, tú me enseñaste a reírme de tu himno, de tus colores, de tus héroes. No quiero. No soy.
Canta al pie de las ventanas de los indios, de los marginados, de los jodidos, de todos nosotros. Pinches empulcados, prietos muertos de ideas, sin dios y sin diablo.
La guerra florida reposa en el centro de la tierra, en las montañas, en las sierras madres cultivadas.
Chingo a mi madre si no es verdad lo que te estoy diciendo. Ah, cómo me duele no tener corazón para llorar contigo. Tu eternamente mal gobierno me lo ha robado desde hace 500 años. Yace en la piedra del sol, sacrificado, caníbal, hombre de bronce, sin sueños, sin lucha, sin libertad, con todo.
Y te desdigo y te escupo y me quiebro, lloro porque no soy charro, no soy indio, no soy tuyo.
No quiero ser mexicano, no existe un país que se llame México, porque no sé hablar ni escribir mexicano ni pensar ni querer mexicano. Sólo como yo, como me has enseñado: un águila hambrienta de carne de serpiente. Vivan tus dosientos años.
27.8.10
Tumbo y polvo
Yo soy un punto muerto en medio de la hora,
equidistante al grito náufrago de una estrella.
Yo soy el latido vivo que marca las horas,
la barca equidistante al murmullo persa de un astrolabio,
segadora de estrellas.
Tú que vas allá arriba, Ignacio, dime si no oyes alguna señal de algo o si ves alguna luz en alguna parte.
Tú que navegas, navégame circundante, no naufragues, navégame circundante.
Tú que llevas las orejas de fuera, fíjate a ver si no oyes ladrar los perros.
Entrecortado, llega un hilo de viento, sube, ladra, recoge sus puntos de polvo, y se eleva interminablemente por entre tus pestañas, y ya no ves nunca más nada.
Mira a ver si ya ves algo. O si oyes algo. Tú que puedes hacerlo desde allá arriba, porque yo me siento sordo.
Mira a ver, corre a andar:
desde tu punto,
todo el mundo es ciego,
y todo el mundo es tunco.
Todo el mundo es tuyo
como la humedad del agua
y como el humo del fuego.
Textos en itálica de Manuel Maples Arce, Juan Rulfo, Ana Lucía Fuentes y Sor Juana Inés de la Cruz.
Foto: http://www.flickr.com/photos/8261045@N03/3743576387/
20.8.10
Green go
Esta es la ruina en Bagdad en ruinas. Mil pies de pétalos secos arrastran el desasosiego. Huellas, datileras al paso redescubren la batalla de Faluya, la lluvia negra del petróleo magro, ajeno, oro, ajeno, sangre, ajeno, negro, negro, árabe, gringo, ajeno. Alá les bendiga la retirada. Asustadles, asustadles con un rayo. Dennos Abu Ghraib, para enterrarlo para siempre en el desierto, junto su esqueleto libertario, masivo y destructivo.
Foto de: http://www.flickr.com/photos/30569949@N04/4590347289/
23.6.10
Del desierto I
Las ansias de pisar desiertos.
Moverse en las arenas y sudar moro.
Retumba en la sombra,
de a poco a polvo impedida,
el ansia manifiesta de un eterno retorno,
trunco, manco, cojo,
mudo, ciego, tunco,
sordo.
No me pidas del desierto,
que me pierdo.
No me llames de su encierro,
tómame a fuego entero,
hervido y con jirones de tormenta,
hueco, cueva, recoveco
entero de tus adentros.
Soy la cera y la nata en la arena,
enterrado, desterrado,
un ovillo,
horadado.
[Los árboles están vigías aplaudiendo
paso a largo
este color de verano,
este calor de veneno].
Moverse en las arenas y sudar moro.
Retumba en la sombra,
de a poco a polvo impedida,
el ansia manifiesta de un eterno retorno,
trunco, manco, cojo,
mudo, ciego, tunco,
sordo.
No me pidas del desierto,
que me pierdo.
No me llames de su encierro,
tómame a fuego entero,
hervido y con jirones de tormenta,
hueco, cueva, recoveco
entero de tus adentros.
Soy la cera y la nata en la arena,
enterrado, desterrado,
un ovillo,
horadado.
[Los árboles están vigías aplaudiendo
paso a largo
este color de verano,
este calor de veneno].
4.6.10
The show must come on
Y al verte eriza las palmas la gata ronronea y sin par el mar se consuela.
Ave de mil colores garza la luz puesta sobre sus corvas, cuencas y morcinas.
Último trueque de tronco, redonda luna, redonda abeja y torunda herida.
Baja la mar, sube el desierto y furfulle en ondas, anodina.
[Unas horas después del pensar en palarritmos, no en palabras].
Foto: http://www.flickr/photos/gretchenrobinette
dieciséis (de las garras)
LOVECATS
No me gustan los gatos .
No quiero los gatos.
Ni su pelo
ni su barba entera eterna,
ni sus nombres en los que me pierdo.
Mugres gatos
tan orines
tan gozosos
tan rincones
tan encierros.
[Mueran gatos.
Te odio como a un gato.
Te baño.
Te pinto,
pateo,
escupo,
peluqueo,
como a un gato
¡splash!].
Foto: http://www.flickr.com/visionpropia
31.5.10
quince (de aquella rabia)
Ya lo oigo. El ímpetu pasado.
Me grita: levántate. Me dice: da una caminata, incendia la charla ajena, y sábete que tu espíritu no tiene lados aunque lo recuestes, no tiene rodillas aunque rece. Me pide: termina con esa mancha, termina con el espasmo diario. Me exige: olvídate de trueques, y lame con los dedos los lomos de los libros, sus hojas. Me ruega: a la boca, mira a tu mujer y pídele que te detenga las palabras y la lengua fuego.
[Y yo me digo: huye de todo, huye de él, el fantasma presente que me trajo a este aquelarre].
Ya lo veo. Al ímpetu futuro.
Y sigue: devuélvete el héroe, toma los puños, dales la tragedia y convoca los dragones. Y demanda: toma tu barco, toma tus velas y sopla tu rumbo desde el olvido. Y ordena: abre el océano y derriba ese mercado, cárcel y accidente.
[Y pienso que el fantasma presente niega todo vestigio de oposición, siniestra, que me ha hecho cobarde, pero cobarde también es su guarida].
Foto:http: //www.flickr.com/photos/salaboli/3023869641
14.4.10
catorce (de la rabia)
Pues es que con esta rabia no se puede ni mentar el nombre secreto del mal. Soy el desconocido de mi mismo aire. El pescador con hoyos en los hoyos de sus redes. Huele a ruido, mucho.
[Entre el coraje y el calor de las batallas, la sangre en las coyunturas rompe sus costras y accidentalmente soy de brazos rojo].
Busco un final que me pueda decir cómo se desarrollaron los años llenos de gemidos propios. En los pasillos veo el lodo y las cenizas, rastros, restos de humildad y gritos del adolorido, del humillado que dejé, que nuca soy ni he sido. Vuelvo a escupir y escapar con mi rabia, rabia, rabia, grrr.
[Brama en olla el fuego y el humo sube y quema y quema y sube].
Foto: http://www.flickr.com/photos/solarixx
12.4.10
It’s been a long time since I rock and rolled
¿De qué te alejas cuando te ríes
y nos dejas muriéndote de manos sangradas
y garganta desbocada?
[millones de cascos y tarolas a lo lejos, a lo alto].
Bajo ese sol y cerca de ese río
ruge el algodón
rojiento del pizcador
y le canta de fosa y napia abiertas
al dios que a nosotros todos protege.
[work me, Lord]
Sueno,
soy el campesino que suena piedras, y huye,
y se aleja rodando, con sus piedras, lejos.
[Entre las vueltas, triste y azul de negro canta el hombre y su instrumento obedece].
Es en la muerte del sonido
donde me reconozco,
y me recargo,
y renazco
[across the universe].
Fotos: Jim Marshall
30.3.10
Hay duende
Por retomar la palabra me deslumbro las noches en que piedras y ríos reclaman su camino. El aire secuestrado te deja callado, y es la hora de la reflexión, del dejar ir, del embriagar al terco, y montar la verdad. Recuperar el ancestro y fumar su veneno, vender su hierba. Enjuto, sufre el viento, entre tus piernas. Duélete, que te duela: cante jondo.
Qué triste la blanca salva
que entre tus ramas desgaja
los olores de la primavera,
jacaranda entre tus piernas.
Cómo batuca en su centro la morena
y deja la cadera resuelta en un torbellino.
Tacatácaz, tacatácaz, tacatácaz
Muelle interminable,
vaivén sugestivo de muslos y vientres
Tacatácaz, tacatácaz, tacatácaz
Le ruge al este y le sonríe al norte,
no hay palabras que la mora no dome,
que la mora no miente,
hablas y almas
de pies, y ahora de palmas:
tacatácaz, tacatácaz, tacatácaz.
Foto: García Cordero/elpais.com "Sara Baras"
26.3.10
22.3.10
trece (de lo que se siente)
I Corintios 15:51 ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está tu aguijón?
Le pregunto a mi corazón de barco errante si algún día volverá a su lado la victoria.
Si su mirada torva es de gente decente o de bandido, desierto y espeso amante de mí mismo.
Un aguijón espeso punza acompasado, y me encierra, hora tras hora, en la espera bondadosa por la muerte.
http://www.flickr.com/photos/solarixx
diez (biodeclaración)
Vinagre, sábanas vinagre cuando me duermo.
Soñé tu velorio y me ha dejado con una tristeza espina en el pecho. No te quiero ver más, entre hielos, pieza de museo a media sala. Las nubes te lloran acaloradas o derretidas y cansadas. El polvo y el herraje oxidado tiran mis muelas. Mirada y actitud montaraz con todos (arrojo el whiskey, escupo el tinto). Y tú, de guayabera verde, 4 ó 5 kilos más, riendo, como te gusta, como no me gusta, te paseas entre tus parientes que detesto. Y me dejas tu voz en las encías, y ni tragar puedo. Se me nubla el espanto y pálido, pálido me quedo húmedo en la cama. No te vayas, no me dejes. Tócame una vez más el cráneo con tus manos de guerrero, jaguar, león y gorila, juntos. Dime que todo estará bien y que sabré remar con un solo ojo, con un solo brazo, con un solo ventrículo, con un testículo, pulmón, llanto, enojo, glóbulo, oído. Dime, que no me oigo. Vinagre, sábanas vinagre cuando despierto.
15.2.10
Prenacer
Yerto.
Yo uno con el horizonte.
Uno con mi hermano el hombre.
Sobre la tierra nacemos.
A la tierra vamos
y miles de árboles alimentamos.
Somos la sangre de la tierra.
La tierra chupa nuestra sangre.
Somos tierra, sangre,
ancestros de tierra y sangre,
de nube y lluvia.
Rey poeta,
tome tierra mi sangre,
y devuélvame a la cuna.
Alicio
Yo mismo en este muro que es mi pecho, mi juicio, mi espejo, mi yo entero, me oigo, me relato y me delato, reclamo por cobarde, burlón, irrespetuoso, displicente, grosero, altanero, arrogante, pendenciero, traicionero, mentiroso, presumido, envidioso, manipulador, aplastante, pesado, ácido y maligno.
Cuando uno se deja las espinas por fuera, y corre la sangre y brota la pena, se siente aliviado y se va cantando, ligero la buena vida.
26.1.10
Tac Rewop (al revés se sale el diablo)
Trece veces se ha aparecido esta señora en mis sueños, me canta, me persigue, se intromete, devanea, ríe, baila, la pasa muy bien. Quiero saber si con esto se va, porque no soporto que no'más aparezca y ni me hable. Vete, Chan Marshall, vete ya. Te embrujo para que te vayas.
A veces seda,
que raspa la seda,
de algodonera negra,
gata caminante,
entre los negros,
entre los bluses,
entre los pasos.
Terciopelo, terciavoz.
Arañas gato la garganta tú que todo lo cantas.
Devuélveme mi noche
cuando ronco,
cuando me abraso a mi mujer,
con el fósforo de tus discos.
23.12.09
18.12.09
Grasa, bolero.
Llévame,
hoy con un trago y en la mano un bolero.
Haz del letargo mi calvario, mi tormento.
Sólo dime si contigo he de fluir.
Pruébame,
soy un soldado cotidiano de tus besos.
Soy la espada fina que se afila con tus sueños.
Yo elimino mil ejércitos por ti.
Sabes,
que mi coraje sólo es por tu abandono.
Subo, incendio el cielo y ya no lloro
Hasta el mismo infierno he de partir.
Piensa,
la indiferencia se me escurre como sombra.
Al no verte se me escurre la deshonra.
Hoy yo me muero, déjame partir.
Los colores de la A
La primigenia se aparece en colores, de muchas maneras y multicolores. Después en sabores, olores, aromas, y finalmente, como todas, en objetos. Pero la A, es la A.
¿Te acuerdas cuando dijiste "A"?
almizcle, púrpura oscuro, buey rata, lobo, oso, conejo; azafrán, rojo, flor, arroz; amatista, verde, piedra, joya, vidrio; añil, azul, polvo, imán; ámbar, amarillo, miel, solar; albúmina, marrón, chocolate, lodo; alba, blanco, nube; amate, café, corteza, hongo; azabache, negro, lustre, caballo; azufre, verde, pistache, gas, hoja.
16.12.09
10.12.09
De Rafael Cadenas (Barquisimeto, Venezuela; 1930)
Con Chema y LuisModerno, al caminar con las patas hinchadas por toda la FIL de Guadalajara, nos topamos en el stand de Perú con un libro de Rafael Cadenas, para nosotros desconocidos, el autor y el libro. Nos gustó, algo, su foto, los textos de la pared, lo limpio y atascado. Lo compré, creí que era peruano. Me encantó su mano tosca y de lija, su voz ebria y emputada. De esos poetas que ya no hay. Hoy lo descubro venezolano, comunista, y el gusto permanece. Homenaje, pues, al Premio de Literatura FIL 2009. Después escucharíamos a José Emilio Pacheco en vivo, leer. Después nos enteraríamos que lo premiarían con el Cervantes. Si Cadenas y Pacheco nos escucharan, ¿qué premios recibiríamos?, ah... tenemos ojo con estos muchachos.
(Versos seleccionados, nunca al azar, de poemas del poemario “Una isla”).
Vengo de los ojos de una mujer.
¿Cómo halló tanta tiniebla para vencer a la zumbante nube de ojos finos?
Soy latido, sonrisa, adoración,
(…) lentitud de lava
Costa que se aleja,
puedes darme el poder de vivir en otra parte
(El exiliado) ve su cara en el estanque y la olvida.