Robar la gloria
(Para Darío, cuya presencia es un jonrón que nunca caerá)
J llegó a primera tras la base por bolas. Cuando lo pasan, corre como si su vida se jugara en llegar. La gente gusta de eso y le aplaude y él agradece con sonrisa. Aunque odiaba colocarse en posición sin mérito propio, pues su velocidad ya comienza a ser leyenda. Encabeza la lista de bases robadas y de cuadrangulares de terreno, lleva 59 pillajes y 19 corridas de cuatro esquinas. Cada robo lo había logrado sin presión, con facilidad, casi de pie, con el uniforme inmaculado. Al bat, Don, el zurdo bombardero, el quebrantahuesos. El pícher vigilaba a su corredor. Leftie la tenía fácil. Ver a los venados en los senderos en franca visión facilita la caza. Y ya abría J, uno, dos metros. Leftie tranquilo, su mirada era una cadena larga, pero no infinita. Strike. Don pasa el primer lanzamiento siempre. Incluso gusta de ponerse en 0 y 2 cuando J habita la 1era, dice que así su muchacho no se avienta al hit and run a lo pendejo. Bola. Leftie suda, ya sabe que las 2 siguientes dejarán inmóvil a Don. Bola. J regresa, respira. No gusta de hablar con los inicialistas. Vuelve a abrir. Abre más. Más, pero Leftie le lanza lengua de camaleón y casi lo prende. J se sacude tras barrerse de cabeza. Mira a la distancia a Don, quien está a punto de hacerse estatua de nuevo para permitir el 3 y 1. Bola. Comienza el circo. Don hace su mueca característica, gesticula de lado a lado, se acomoda los testículos, entierra los spikes derechos. Leftie va para home. Swing. Strike. J ni se movió. 3 y 2. Y foul y foul, foul y foul… 2 veces más. Leftie va para su centésimo lanzamiento. Ha aguantado 7 completas. Su manager le pide calma, hay reunión. Lo de siempre. Se relaja. El cátcher sugiere pasar a Don. Después viene el Damasceno, el de Puerto Rico, y pueden jugarle para doble play, sacar primero a Don en segunda aprovechando la lentitud del boricua, y regresar a primera para sólo lidiar con J en tercera y sacar un out. Leftie y el manager acceden. Y sucede. Bola. Allá va J trotando para la intermedia y Don camina a 1era. J está furioso, quería robar su sexagésima. Damasceno se postra en el plato. No espera y al primer tiro se derrama su batazo a los pies de Leftie. Don es puesto fuera y de inmediato sacan en primera. J está en la antesala. Leftie sabe que le quedan 4 o 6 lanzamientos arriba de 90, no más. Está perdiendo el control, lo está perdiendo. Se enfrentará a un bateador de poder, pero de esos que cansan a los pítchers. Leftie no quiere sufrir, así que dosificará sus lanzamientos. J abre, el coach de tercera calla. J ha estado midiendo el vaivén del paso de Leftie todo el juego, y más desde el eterno turno de Don. Lo está cazando. El cátcher mira en automático a su corredor. Leftie comienza su bamboleo, sube la pierna tan alto, bailarina de cancán, que le cubre el rostro. J arranca. Está ya a 45 pies de home. Leftie va descendiendo la pierna y aún no sabe que su corredor está al 50% del camino. El público se levanta como ola. El cátcher tira la careta y espera que la bola llegue. Leftie aún lleva el brazo a la espalda y la cara al cielo cuando escucha el rugir despertar del público. Intuye algo grave, así que su cerebro ordena sacar 98 millas. J vuela a ras de suelo a 3 metros de home. El bateador se ha hecho a un lado. El cátcher vive una agonía larga de medio segundo. J besa la tierra, come arena, y toca el plato. El ampáyer canta el safe. J ha robado el home, J ha robado el home, se vacía la banca. Lo abrazan, lo felicitan. Leftie en cuclillas con la bola amarrada a la mano. La bola nunca llegó, no pudo soltarla, quiso ver cómo J lograba las 60 robadas, así, sin presión, ambos.
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