17.9.08

DE ESCOTILLA PA’FUERA. Tormentos tangerina. 8. Un domingo cualquiera


Tu esposa decide que el domingo es un buen día para ir a un museo. Ni te quejas, también te encanta, (y el museo también). Pero tu conciencia te indica que un domingo es el peor día para ello. La entrada es gratuita, por lo que verás a la gran familia mexicana con babero, delantal, playera del águile, de la selección, teni blanco, millares de niños (la verdad, decenas) corriendo, adolescentes con cara de hueleamierda, todos, todos, estorbando.

Ah, está bien, en metro llegar es más fácil. Ajá. Y eso que en la línea más fresa la vida es más curiosa. La línea naranja del metro contiene francesas jipis de buen ver, alemanas jipis de mal ver, judíos, raza y clasemedia bañándose de pueblo.

Salir y ver el Auditorio Nacional no está mal. Caminar hacia Antropología no está mal. Llegar y ver colas para entrar, ya está mal. Avanza. El lumpen es bien ordenadito. Nadie se mete, avanzan entre risas que te recuerdan a la Alameda porfiriana (bueno, crees que a eso sonaba en aquellos tiempos), preguntan cosas idiotas, comen, se alentan, pero: una familia de güeros de Polanco se mete hasta adelante con carriola de pretexto, perdón, de por medio. Nadie hace nada. Ni tú. Sólo quejidos susurrados. Una señora te pide que le apartes el lugar. Le dices que no. Tu mujer le dice que sí. Ya empezó el malhumor. Objetos metálicos, celulares cámaras, relojes en la charola, por favor. Te haces el que no entiende español (a veces disfrutas ser taaan ajeno al mundo), y así te pasas por el arco… de detección. Nada, tu celular ni tus llaves hacen sonar. Otra vez, tu comentario ácido no se hace esperar.

La sala es grande, “España, encrucijada de civilizaciones”. El título promete. Primer texto y una adolescente se te para justo entre el muro y tus ojos. Decide copiar en su cuaderno todo el texto. Ya le vas a decir y tu mujer la rescata. Ven, mira esta escultura. Está bien, toleras. Ya la poli le dirá que no se pude anotar nada. “Nada más que no se anota, por favor”. Un texto más y Doña Soyfodonga le lee en voz alta a Doña Yomás: “Durante el periodo nil, niolí, niolítico, los, los, iberos, losiberos dejaron…”. Son tuyas: señoras, ¿les molesta si leen en voz baja, estoy leyendo? Mudas, mudas. Tu mujer ríe desde lejos. El provocateur profesional que eres saca su lápiz y finge anotar, frente a una vitrina, datos de la exposición. Al poli arremete de inmediato: Nada más que no se anota, por favor. ¿Perdón? Nada más que no se anota, por favor. ¿No se anota qué? Está prohibido anotar, joven. ¿No puedo anotar el teléfono de alguien que me encontré? Tu mujer llega y su sola presencia te calla. Ríes victorioso y también con sabor a triunfo.

Momento en otro museo para recordar:

P: Nada más sin señalar
V: ¿No puedo señalar?
P: Nada más sin señalar
V: ¿Por qué?
P: Porque muchas gentes (sic) meten el dedo en la obra
V: Si no lo meto, ¿puedo señalar?
P: Nada más sin señalar, joven
V: Eso va en contra de mi libertad, ahora iré señalando por toda la sala
Z: Víctor, vámonos

Exposición “La carne y el color”.
Museo Nacional de Arte.

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