Hay duende
Por retomar la palabra me deslumbro las noches en que piedras y ríos reclaman su camino. El aire secuestrado te deja callado, y es la hora de la reflexión, del dejar ir, del embriagar al terco, y montar la verdad. Recuperar el ancestro y fumar su veneno, vender su hierba. Enjuto, sufre el viento, entre tus piernas. Duélete, que te duela: cante jondo.
Qué triste la blanca salva
que entre tus ramas desgaja
los olores de la primavera,
jacaranda entre tus piernas.
Cómo batuca en su centro la morena
y deja la cadera resuelta en un torbellino.
Tacatácaz, tacatácaz, tacatácaz
Muelle interminable,
vaivén sugestivo de muslos y vientres
Tacatácaz, tacatácaz, tacatácaz
Le ruge al este y le sonríe al norte,
no hay palabras que la mora no dome,
que la mora no miente,
hablas y almas
de pies, y ahora de palmas:
tacatácaz, tacatácaz, tacatácaz.
Foto: García Cordero/elpais.com "Sara Baras"