Bu, un fantasma.
“Mi marido llora. Lo abrazo y después voy al cuarto de los
niños. Le doy un beso al mediano y reviso la cuna, para ver si aún respira la
bebé. Respira, pero yo ya no tengo aire”. Así me agarra en sus primeras páginas
Valeria Luiselli. Y me agarra –que no me atrapa- porque su personaje narrador
escribe historias mientras su recién nacida hija duerme, o mientras le da un
poco de espacio para escribir, y yo leo este texto mientras mi recién nacido
hijo me deja unos minutos para abstraerme de él. Pero no puedo, porque también
pienso en que no está respirando porque ya no hace ruido. Desgarrador. Así.
Varias historias habitan ese gran salón de fantasmas,
personas y personajes que es Los
Ingrávidos. A veces, se lee la historia de una escritora que convive con
sus hijos pequeños y con un marido que espía lo que escribe. Ella juega el
juego del espiado que se sabe espiado por un espía que no sabe que lo espía su
espiado, o a veces sí. Hasta que se hartan, y entonces surge ese dolor, abre la
puerta el fantasma y se convierte en presencia: la presencia del fantasma del abandono.
Interrumpe el personaje principal: una chica de piernas
flacas y moral abstracta, curiosa, de esas que navegan con bandera de naïve, más Kafka y menos Amélie. Esta mujer se
topa con el poeta Gilberto Owen, o con su fantasma, y así su historia repta
paralelamente a él. También tenemos al mismo Owen contando a Salvador Novo sus
aventuras con García Lorca. Fantasmas o ingrávidos, sin peso: “No es que me
pusiera flaco. Sólo perdía peso”, denuncia Owen.
Todo es una orquesta
dirigida por nadie y por todos al mismo tiempo. Los Ingrávidos es “una novela horizontal contada verticalmente”,
esta es una frase que arroja la escritora personaje, pero que sin dudas
está dentro de Luiselli. Todo empieza en otro lado y se narra desde aquel otro.
El juego de cronos que se inventa la autora hace poner en presente y en acto
toda la atención necesaria, porque en cualquier momento puede aparecerse un
fantasma.
“Si te dedicas a
escribir novelas, te dedicas a doblar el tiempo (…) congelar el tiempo sin
detener el movimiento de las cosas”, avienta un ciego que come helado con Owen,
y una vez más es Luiselli quien marca así su novela.
Los Ingrávidos es
una historia de amor y de fantasmas. A veces el amor es fantasmal, otras veces
convierte las relaciones en fantasmas, o bien, el amor nos hace buscar
fantasmas. Da esperanza, eso, no espanta, divierte, porque lo divertido es
diverso, como diversos los caminos de Luiselli.
Valeria Luiselli
Los Ingrávidos
Sexto Piso
México DF
2011