14.2.12

SUBDECLARACIÓN A DESTIEMPO



Ya cruje la rama y anuncia el último soplo del oscuro encierro, viene la corriente y enchina la tierra. Sepia, sepia, sepia también mi garganta, que transfigura en saliva los dolores de la soledad, maligna, vetusta y porosa que he vivido. -Sólo Z mece estas epilepsis-. Pude destapar los miedos. Al borde, me prefiero muerto que lejano de mi estado original. Piensa, piensa, piensa también de espaldas. Corrijo la ruta, renuevo el nuevo haz de tierra. Ya pasa, ya anda. Ya viene el nuevo sol.

Darío I, primero



Vienes tornando
en la curva final,
derrapando,
el humo cubre los últimos tallones
que se vierten
en el asfalto
la tierra
el pavimento
la tierra
la grava
el fango
la tierra.
Última vuelta,
hacia el estado original.

¿Dónde estás, Darío?
¿A dónde vas, querido?
Dame mi ruta
Devuélveme los pasos
¿Te los vas a quedar para siempre?
Brújula, norte, trazo
Andando de nuevo, caminando juntos,
despacio.

¿Cierne?
¿Mece?
Mece la sombra sin luz en el entrevero.
Aquí están tus dedos.
Eres Darío la caverna,
haz de luz de mi sueño.

Entrégame tu vida. –Escurro-.
Por los poros expulso suavemente los nervios.
Yo te cuido, siempre.
Paterno, paterno.
Oye, Darío, ¿por qué tardas tanto, carajo?
Ya no tengo aire, voy subiendo la vida esta porque quiero.
Ya no tengo aire, ya ven, ya ven.
No llego, Darío.
Es la penumbra, es la malahora, es el cadalso, es el paredón.
Es el mar, los reptiles, las ratas. Me caigo a solas.
Ya no tengo aire. Ya no llego.
Ven pronto.
Llevo clavos en las manos. No me los quites, porque me caigo.