6.9.10

Dosientos

Al grito de nada, al barullo por todo. No tenemos la sangre dura, porque somos indios para la libertad, porques somos de allá para los derechos y mestizos para cagarnos de miedo.

Nos lleva la puta muerte, porque dicen que no le tenemos miedo. Porque es puta y le gustan los sumisos pagadores, a plazos, a rezos y mandas sangrantes.

Lloramos en los entierros, reímos en los velorios, pero confabulamos contra nuestros muertos.

Estamos plegando a las faldas de una diosa heredada, muda, complaciente y matriarcal. Virgencita, quítame lo pendejo, porque estudiar no puedo.

Me siento mexicano, patriota de libro oficial, de pasta suave y papel revolución. La revolución la conozco, sólo en papel. Venero himnos y banderas, gobernantes que me merezco. Yo respeto el ejército, porque eso dicen mis abuelos. Huérfanos ancianos a quienes nunca les llegó el progreso. Se hubieran quedado en su sierra y con sus patas rajadas. El alma ajada es lo que tenemos. Meada, burlada, violada.
Tenemos rabia porque somos unos perros ¿no nos oyes ladrar? No puedo ser yo mismo porque me caigo, porque me jalan los demás mexicanos.

Duele ser de este suelo quebrado. Duele andar con la cabeza gacha. No somos caballeros ni águilas, ni jaguares ni nada. Somos dolientes, perennes, en añoranza por algo que nos deben pero que no conocemos. Justicia, justicia, no sabríamos qué hacer contigo.

Narco que te quiero narco, porque mi hermana duerme contigo y te chingas a mis hijos. Marcos que te quiero Marcos, porque si tuvieras huevos, nos llevabas a la tumba contigo.

Baile de máscaras, de viejitos, pero de luchadores, revolucionarios y caudillos fijos. Tierra de venados, plumas, minerales revendidos, inventados.

Yo no soy mexicano, y como México hay más de uno, y cada uno vive a lado tuyo. Yo no soy de acá, me vale pito, tú me enseñaste a reírme de tu himno, de tus colores, de tus héroes. No quiero. No soy.

Canta al pie de las ventanas de los indios, de los marginados, de los jodidos, de todos nosotros. Pinches empulcados, prietos muertos de ideas, sin dios y sin diablo.

La guerra florida reposa en el centro de la tierra, en las montañas, en las sierras madres cultivadas.

Chingo a mi madre si no es verdad lo que te estoy diciendo. Ah, cómo me duele no tener corazón para llorar contigo. Tu eternamente mal gobierno me lo ha robado desde hace 500 años. Yace en la piedra del sol, sacrificado, caníbal, hombre de bronce, sin sueños, sin lucha, sin libertad, con todo.

Y te desdigo y te escupo y me quiebro, lloro porque no soy charro, no soy indio, no soy tuyo.

No quiero ser mexicano, no existe un país que se llame México, porque no sé hablar ni escribir mexicano ni pensar ni querer mexicano. Sólo como yo, como me has enseñado: un águila hambrienta de carne de serpiente. Vivan tus dosientos años.